domingo, 23 de noviembre de 2008

La viabilidad de la democracia representativa – abriendo caminos hacia la democracia participativa

Podemos definir la democracia participativa como el modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas. Dicho sistema se manifiesta usualmente por medio de referendos por los que los representantes consultan a la ciudadanía, o por medio de iniciativas de consulta que los ciudadanos presentan a los representantes. Esto permite claramente una mayor participación si se compara con la democracia representativa, sistema mayoritario que se basa en el voto a determinados partidos políticos que ejercen su actividad con la legitimidad y la capacidad de acción que han donado los ciudadanos mediante el citado voto.

Se habla últimamente de crisis de las democracias representativas en base a la escasa participación en el proceso de selección de la representatividad política. Esta escasa participación puede atribuirse, o bien a una actitud totalmente pasiva respecto a la política y a todo lo que a ella concierne, o bien a la disconformidad de los ciudadanos con el sistema político establecido, que manifestarían su insatisfacción mediante la no participación en el citado proceso. Pero cuando analizamos las vías de solución a la crisis de la democracia representativa, y entre ellas, una posible apertura a la democracia participativa, el análisis de la abstención se vuelve especialmente importante.

El principal problema de la abstención es que sus causas son difíciles de determinar. Aunque es evidente que muchos de los ciudadanos sienten que el sistema político actual no ampara ni representa de manera correcta sus intereses individuales, no se puede determinar en qué medida estos ciudadanos aumentarían su participación si se pusieran a su alcance los medios de intervención directa que proponen los partidarios del establecimiento de la democracia participativa. Simplemente porque se desconoce si lo que promueve la abstención son los factores extrapolíticos, por ejemplo, fisiológicos, psicológicos, o sociales (hacía calor excesivo; hubo epidemia; o bien había un importante partido de fútbol o buen tiempo, y entonces la mayoría del cuerpo electoral prefirió asistir al estadio, mirar las telepantallas, o ir a la playa), o porque dan su confianza al resto de los ciudadanos, sobre los que, explícitamente, delegan una mayor responsabilidad en el proceso de elección. A menor escala, cuando la comunidad de vecinos se reúne en junta para decidir asuntos que conciernen a todo el vecindario, es evidente que muchos de ellos no asisten. Pero estos delegan su confianza a la capacidad de decisión de los asistentes, quedando, por tanto, relegados a la imposibilidad de reclamar o manifestar quejas ante las consecuencias de las decisiones tomadas.
Tampoco puede determinarse si la abstención funciona aquí como una manifestación de la inconformidad con el sistema de elección impuesto, por lo que puede deducirse que los que optan por la abstención como forma de reivindicación no están llevando a cabo correctamente su propósito. A modo de ejemplo podemos recordar lo que sucedió con el referéndum por la aprobación del Estatuto de Catalunya en 2006, en el que el voto negativo quedaba totalmente indefinido al no poderse determinar si provenía de los electores que consideraban escasas las competencias que se atorgaban, o los que, por el contrario, las consideraban totalmente excesivas.

Pese a que es difícil determinar en qué medida variaría la intervención ciudadana si se instaurara un sistema democrático participativo, es paradójico que en un contexto en el que la mayoría de los procesos comunicativos se llevan a cabo en los entornos red -que permiten la comunicación bidireccional y la interacción directa- los ciudadanos no exploten aún de manera significativa estos mecanismos como forma de intervención política. Esto es, todos los ciudadanos participan hoy en día en los flujos informativos, creando sus propias redes sociales, creando medios informativos propios y contribuyendo así, a una nueva forma de construcción social. Pero no participan activamente en la toma de decisiones políticas que les afectan directamente.

Por otra parte, el problema básico del concepto de democracia participativa es la disyuntiva de cómo reconciliarlo con el gobierno de la mayoría. Las iniciativas de democracia participativa no deben orientarse a organizar una utópica democracia directa sino a promover al grado más alto y amplio posible la participación en un bien articulado entorno institucional. Las soluciones de cada grupo humano sobre el mecanismo que permita canalizar las iniciativas populares deberían ser tan diversas como los intereses y la idiosincrasia de cada uno de los integrantes. Pero, ¿sería más democrática una sociedad en la que se manifestaran múltiples y diversas tendencias y en la que, por tanto, no podría hablarse de existencia de consenso? ¿De qué manera se canalizarían las propuestas individuales en la supuesta instauración del sistema democrático participativo? Al final, la toma de decisiones debería recaer de nuevo en la autoridad de los entes políticos superiores.

La democracia participativa debería ofrecer entonces un sistema de entramado perfecto, un puzzle en el que encontraríamos la construcción de las piezas a nivel local, en las juntas de las comunidades de vecinos, los barrios o el espacio microsocial que cada uno construyera para la intervención política efectiva. La tarea de los dirigentes de masas consistiría entonces en poner en orden las piezas, en pintarlas, decorarlas, pero nunca incidir en sus bases constructivas.

sábado, 15 de noviembre de 2008

¿Configuración de agenda?



Obama se ha presentado al mundo como una opción de cambio, como una puesta a 0 a todos los niveles para empezar de nuevo. De hecho, no hubo titubeos al proclamar abiertamente la intención de derogar más de 200 leyes promulgadas por Bush, hecho que constituye ya la primera muestra de oposición al período legislativo anterior.
Si se propone, por tanto, un cambio general en todos los aspectos, puede ser quizás que las relaciones entre España y Estados Unidos –tan escasas durante el periodo Bush- sean incrementadas con el nuevo inquilino en la Casa Blanca. De hecho, creo que sólo con la primera llamada a Obama que Zapatero realizó para felicitarle por su victoria, ya se ha superado sobradamente el tiempo de conversación que mantuvo con el mandatario anterior.


Ya antes de la celebración de los comicios, Rebecca Lewis, líder demócrata en Barcelona, se mostró convencida en potenciar las relaciones entre los Estados Unidos y España. “No hay ninguna razón para estar en esta situación”, apostilló. Menos convencida estaba Adriana de Riba, representante de la campaña de John McCain en España, que retrajo a Zapatero la repentina retirada de las tropas españolas de Iraq. “Es evidente que ha habido un enfriamiento”, reconoció. “El mismísimo Joe Biden defendió en su momento ser firmes con España y enfriar relaciones”. Además, la republicana resaltó las contradicciones del partido Demócrata en política internacional: “Obama votó en contra del aumento de tropas en Iraq y Biden, a favor. (...) El que siempre ha sido consistente en política exterior, y no sólo por su pasado militar, ha sido John MCain”.

Sin embargo Zapatero, que ya al día siguiente de la victoria de Obama había dicho que encontrará en España "un amigo y un aliado fiel", aseguró que el triunfo del que se convertirá en presidente de Estados Unidos el próximo 20 de enero "representa una nueva etapa de gran esperanza". Y aseguró que en su llamada ratificó “la voluntad de España de trabajar con fidelidad en los objetivos de las relaciones bilaterales y en los objetivos de la comunidad internacional. España y Estados Unidos comparten muchas cosas, intereses y principios". Ambos hablaron igualmente de trabajar juntos en Latinoamérica.
Cómo se van a materializar estas relaciones de ahora en adelante aún no se ha concretado, pero sí se inician los primeros contactos. "Ayer recibí una llamada del presidente electo Barack Obama y fue una conversación cordial, muy cordial", dijo Zapatero el sábado en comparecencia ante la prensa en el Palacio de La Moncloa.
"En esa conversación, además de las relaciones bilaterales, que nos hemos comprometido a intensificar, estuvo la crisis del sistema financiero internacional, y el señor Obama reconoció la importancia que tiene España en el sistema financiero internacional como octava potencia del mundo", agregó.


Muy arriesgada la sentencia del presidente electo, teniendo en cuenta que aún no se nos había asegurado la participación en el G-20.


Preguntado por la posibilidad de un encuentro entre ambos, el presidente del Gobierno respondió: "Expresamos un deseo recíproco de tener un encuentro, aunque aún no concretamos. Parece razonable que estemos a la disposición de su agenda, es lo lógico por mi parte".
Demasiado optimista ha sido Zapatero dejando el futuro de las relaciones España-EEUU en manos de una simple configuración de agenda. Debemos tener en cuenta que en el seno demócrata existen divergencias respecto al acercamiento en las relaciones con España. A partir del día 20 de enero, cuando empiecen a unificarse –o no- las líneas de actuación, veremos de qué manera se configura la citada agenda, y sólo entonces, sabremos si tenemos lugar o no en las relaciones de Estados Unidos. Y cómo no, Zapatero estará “a disposición de su agenda”. Es lo lógico por su parte.

Let's go to G-20 party


Escribo estas líneas cuando, de aquí a media hora aproximadamente -00.00 en hora española, 18.00 en la estadounidense- Bush recibirá a los asistentes de la cumbre del G-20 en la Casa Blanca. Me gustaría saber de qué tipo de recepción se trata. En estos momentos todo está ya estrictamente estipulado, la disposición en la mesa –que se “arrejunten” los que se llevan bien- está perfectamente calculada y por lo tanto no hay –o no debería haber- ninguna sorpresa. No se produce, entonces, aquella situación de incertidumbre, la del niño que espera tras la puerta el día de su cumpleaños con el festín perfectamente dispuesto –sándwiches de chocolate, ganchitos, serpentinas- y mira de reojo tras la cortina, ansioso por saber si finalmente alguien va a asistir, o se tendrá que comer los ganchitos con su abuela.

Pero, curiosamente, cuando pienso en la inclusión de España en la cumbre del G-20, se recrea en mi mente una situación muy parecida:

Tenemos en nuestra historia a la rubia de la clase que celebra una fiesta en su casa y a la que todos los demás quieren asistir. No hay duda de que todos –o la gran mayoría- detestan a la rubia, pero piensan que siempre se extrae algo de ese tipo de fiestas, aunque solo sea un incremento en el estatus por el hecho de haber sido asistentes.
Tenemos a una de las alumnas -la que le dijo a la rubia que debería hacer la fiesta en su casa- que se lleva bien con una de las chicas de clase que pasan algo desapercibidas, y pese a que inicialmente nadie la ha nombrado para ser asistente, ella le cede una de sus invitaciones: -“tía, tu no puedes faltar”.
Y la otra, muy prudente, que jamás hubiese pisado la casa de la rubia pero que vistas las expectativas llevaba quince días mordiéndose las uñas esperando la invitación, le dice que no, que no, que eso no puede ser, porque el anfitrión debe ser el que la invite personalmente. A lo que la amiga le responde: -Puaf, pero si la fiesta la he organizado yo, lo que pasa es que es en su casa, que yo paso de enguarrar la mía”.

Finalmente esta última accede a la invitación -puesto que es de esas invitaciones que no puedes rechazar nunca- pero va como a medio gas, sin saber muy bien qué va a decir cuando llegue, y con la incertidumbre del que no ha pisado nunca la Casa de la rubia pero que ahora decide ir, más que nada porque si no no tendrá nada a comentar con sus compañeros el lunes.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Noche electoral


“To those Americans whose support I have yet to earn: I may not have won your vote, but I hear your voices, I need your help, and I will be your president, too”

Estas son las palabras que dedicaba Barack Obama en el Grant Park de Chicago a los que no dieron su apoyo en esta legislatura. Sí, a los que no dieron su apoyo. Porque si algo tuvo su discurso, es que fue elaborado pensando en abierto, para que todo el mundo pudiera sentirse partícipe del mismo. Obama dedicó palabras de agradecimiento a los que dieron su apoyo, a los que no lo dieron, recordó a su abuela fallecida el día antes, felicitó a su rival en el bando republicano, se curó en salud advirtiendo que “el camino es difícil y quizás no puede arreglarse en una legislatura” e hizo sentir a todos los que le seguían en Grant Park que ése no era sólo su momento, por haber sido finalmente elegido, sino el de todos, porque sin ellos la victoria no hubiera sido posible.

Si a “Joe el fontanero” le llegó la fama a partir de una pregunta en un acto de campaña en Ohio, esta vez fue el turno de Ann Nixon Cooper, que se citó en el discurso de agradecimiento después de que el candidato demócrata la viera aparecer en televisión votando en Chicago. La figura de Ann Nixon Cooper, de 106 años, sirvió al futuro presidente para hacer un repaso a los principales acontecimientos acaecidos durante el último siglo: “Ann Nixon Cooper nació sólo una generación después de la esclavitud. Esta noche pienso en todo lo que ella ha visto a lo largo de un siglo en América".
Fue un discurso, por tanto, muy completo –a pesar de las dotes de oratoria de Obama, el discurso estaba perfectamente estudiado: los gestos, la entonación, los silencios…- y muy emotivo. Durante exactamente 17 minutos, el futuro presidente bombardeó a los asistentes con mensajes de esperanza, optimismo e implicación. Mensajes que desde nuestras casas pudimos escuchar, la mayoría de nosotros, de 5:58 a 6:15 de la mañana.
¿Qué había pasado antes?

La incógnita no se alargó hasta diciembre, como en 2000, ni hasta la mañana siguiente, como en 2004. Antes de medianoche, Estados Unidos tenía nuevo mandatario. Colorado, Florida, Iowa, Indiana, Nevada, Nuevo México, Ohio y Virginia fueron los estados tradicionalmente republicanos que cambiaron de bando a favor de Obama. Los demócratas mantuvieron New Hampshire, ganada a los republicanos en 2004, y Pensilvania, de la vertiente Clintoniana cuyo electorado fue fiel al candidato del partido.
Gran parte de la razón del cambio en Coorado pudo deberse a la impresionante campaña realizada para movilizar el voto. El senador de Illinois también obtuvo la confianza de los hispanos, un sector de la población en crecimiento. John McCain perdió el apoyo del votante del campo, pero mantuvo el de los sectores más radicales (los defensores a ultranza de la familia y los antiabortistas).

La gran duda estaba en Florida. Si se ganaba este Estado, la noche electoral podía ser un paseo para Obama. Como así fue. ¿La razón? Los hispanos, el 14% del electorado, apoyaron al candidato negro en un 57%, los independientes con un 52% y los jóvenes con un masivo 61%.
Iowa constituyó el ejemplo claro del swing estate o Estado Oscilante. Votó en 2000 por el demócrata Al Gore y por George Bush en 2004. Ahora, en 2008, Iowa es de nuevo azul.
Nevada dio la victoria también a Obama -con sólo cinco votos electorales y una larga historia en el lado rojo del espectro político- gracias al voto hispano, que votó en un 78% por el joven candidato. Con uno de los índices más altos de desahucios y una de las diez tasas de paro más altas del país, la economía fue determinante. Y en ese terreno los electores prefirieron a los demócratas.
En 2004, Nuevo México inclinó por muy poco la balanza del lado de los republicanos. Sucedió lo mismo en 2000 pero a favor de Gore. Una vez más, Obama debe aquí su acceso a la Casa Blanca a los hispanos. Algo ha tenido que contar también que el Gobernador sea el demócrata e hispano Bill Richardson, que dio su apoyo a Obama en las primarias.

Importante fue Ohio, republicano en 2004 y otro clásico swing state. El voto joven cambió el signo político tras cientos de visitas de ambos candidatos a lo largo de toda la campaña. Y finalmente Virginia. Nada más anunciarse que se había convertido al azul demócrata, Obama ganaba la presidencia. Los demócratas no ganaban en ese Estado desde 1964.
En el transcurso de la noche electoral, especialmente antes de que se hicieran oficiales los resultados de Virginia, los asistentes de la fiesta en el consulado de EEUU en Barcelona celebraban unos comicios artificiales, en los que el demócrata obtenía la victoria con 195 votos electorales frente a los 22 de McCain y 11 para “otros”. Entretanto, la gran mayoría seguía los resultados desde casa, alternando los distintos medios de comunicación para analizar también el tipo de cobertura informativa. Especialmente buena la de TV3, a pesar de que ha merecido las quejas de algunos espectadores que, en las secciones de cartas al director a lo largo de esta semana pedían saber cuánto dinero se había invertido exactamente en las elecciones. Y cómo no, la de CNN, que por primera vez en la historia de la televisión hizo uso del holograma en una retransmisión en directo desde Chicago.

Es curioso, porque Obama estaba a punto de proclamarse futuro presidente, pero seguía los comicios de una forma muy similar a la nuestra, envuelto, eso sí, de algunos lujos más, y de algunas visitas destacadas en el Hyatt Regency Hotel de Chicago.
Bueno, en su cabeza se ensayaba ya el discurso de las 6.
En la nuestra… también.


martes, 4 de noviembre de 2008

El temor al efecto Bradley

Fuente: http://poplicks.com/2008_10_01_poplicks_archive.html
El 'efecto Bradley' es el nombre por el que se conoce en la cultura política norteamericana un fenómeno según el cual los candidatos afro americanos -o los pertenecientes a otra minoría racial- suelen tener mejores resultados en las encuestas que en las urnas. Y el hecho de llamarlo Bradley no es casual. En 1982, el demócrata Tom Bradley y el republicano George Deukmejian competían por el cargo de gobernador de California. Las encuestas dieron como vencedor al primero durante toda la campaña electoral, pero fue su rival republicano quien obtuvo el puesto por una estrecha diferencia. La pugna entre Bradley y Deukmejian dejó para la historia una prueba interesante del comportamiento político americano: Tom Bradley era negro y George Deukmejian, blanco.
Al fenómeno de los votantes blancos que manifiestan su apoyo a los candidatos negros en las encuestas abiertas y que lo invierten posteriormente al ser el voto privado, se le bautizó entonces como 'efecto Bradley'. Pero recibiría posteriormente el de 'efecto Wilder' al producirse una situación similar en las elecciones para gobernador de Virginia de 1980, en las que Douglas Wilder -negro- competía contra Marshall Coleman -blanco-. Wilder venció, pero no por una diferencia de 9 puntos como pronosticaban los sondeos, sino por una considerablemente más estrecha de medio punto.
De hecho, el fenómeno ha sido comprobado en numerosas elecciones al Congreso o el Senado, así como en competiciones locales a alcaldías o a gobernador. Sin ir más lejos, ese mismo año, en la elección para alcalde de Nueva York, se comprobó el mismo comportamiento del electorado al elegir entre el candidato negro David Dinkins y Rudolph Guiliani. El primero ganó las elecciones, pero sólo por dos puntos frente a los dieciocho que le daban las encuestas de la semana anterior. Otros ejemplos que pueden citarse del efecto Bradley son las elecciones de 1983 a la Alcaldía de Chicago -entre Bernard Epton y Harold Washington- y las primarias demócratas de 1988 en Wisconsin -entre Jesse Jackson y Michael Dukakis-.

Mientras algunos analistas consideran que el efecto no es aplicable en el caso de las elecciones presidenciales, otros muchos advierten que el cargo en la Casa Blanca va en ello. En la edición digital de CNN podíamos leer hace quince días un artículo que denotaba claramente el temor a un fracaso del candidato demócrata a causa del citado Efecto Bradley. David Gergen, antiguo analista político de la CNN, afirmaba que este hecho "deja un gran interrogante, y de él no tendremos respuesta definitiva hasta que los votos sean contados el día 4 de noviembre". Willie Brown, ex-alcalde de San Francisco, declaraba por su parte que el efecto Bradley -al que bautizó ya como "Obama effect"- podría suponerle al demócrata un campo de batalla en diversos estados y posiblemente la presidencia. Keating Holland, director del seguimiento de las elecciones en la CNN, señaló por el contrario una importante salvedad: "No hemos tenido nunca un candidato presidencial negro, por lo que las encuestas no tienen ningun precedente en absoluto en lo que se refiere a las elecciones nacionales".

Si está en lo cierto o no, lo sabremos esta noche.





Will Obama suffer from the 'Bradley effect'?:

Video:
-Wolf Blitzer, Artur Davis y Colin Powell hablan sobre el posible efecto Bradley-

Posibles disturbios ante un fracaso de Obama

Fuente: CNN.com

Más de 27 millones de estadounidenses, en torno al 20% del electorado, han votado ya en 34 de los 50 Estados que permitieron el sufragio adelantado en las históricas elecciones de hoy en Estados Unidos. Cerca de 153 millones de norteamericanos, el 75% del censo, se han registrado para poder votar: el índice más alto desde la aprobación del voto femenino en 1920, según un estudio del Centro de Estudios Electorales de la Universidad Americana difundido ayer.

El sondeo publicado conjuntamente por The Wall Street Journal y la cadena de televisión NBC anticipaba el lunes la victoria del demócrata por una diferencia de ocho puntos (51% contra 43%), aunque con dos menos que la registrada hace una semana.

La analista Laura Washington ha precisado que "los sueños de los negros pueden convertirse en realidad, pero los negros deben atemperar sus expectativas, porque Obama compite para ser presidente de todo el mundo". Afirmaba que "deben volver a la realidad y tener en cuenta lo que le espera a Obama. Le espera, por ejemplo, la crisis económica y los conflictos de Oriente Próximo".
Pero las expectativas son tales entre la población negra que, tal y como se indicaba en la edición digital de CNN de hoy, la derrota de Obama puede desencadenar disturbios en ciudades de mayoría afroamericana, como Los Ángeles o Chicago. "Si pierde Obama se demostraría que le han robado la victoria y que este país no es democrático. Podría haber violencia en las calles", dijo, sin asomo de duda, un empleado de hotel en Columbus, inmigrante en EE UU, llegado desde Eritrea hace 20 años. "Y, como yo, piensan muchos".

lunes, 3 de noviembre de 2008

Retratos de Lola Ogunnaike


Lola Ogunnaike es reportera para la CNN. A sólo un paso de las elecciones presidenciales, ha dedicado estos últimos días a hacer un retrato a las impresiones de los afroamericanos en Estados Unidos. Muchos de ellos, tal y como se expresa en la edición digital de esta cadena el 31 de octubre, están plenamente convencidos de que Obama va convertirse en el primer presidente negro de la nación.
Esta semana pasada se paseó por los barrios de Brooklyn, en un recorrido entre peluquerías y Universidades, y en todos ellos encontró una mezcla de excitación y ansiedad, ésta última debida al miedo de que las cosas se vuelvan en contra en el último minuto:


domingo, 2 de noviembre de 2008

Efectos sobre la América negra si Obama vence


D.L. Hugley pregunta a Al Sharpton, activista afroamericano sobre los efectos en la América negra si Obama se proclama vencedor de las elecciones el próximo martes.


(CNN, domingo 2 de noviembre)


¿Podría herir la presidencia de Obama a los americanos negros?

Hoy leía un artículo en la edición digital de CNN en que el autor, John Blake, planteaba que el posible triunfo de Barack Obama en las elecciones del próximo 4 de noviembre puede suponer un paso atrás en la lucha contra la discriminación racial en Estados Unidos. Bajo el titular Could Obama presidency hurt black Americans? -en su traducción “¿Podría herir la presidencia de Obama a los americanos negros?”- el autor alegaba que la presidencia de Obama podría servir de argumento a los norteamericanos para hacer caso omiso de las divisiones raciales arraigadas. Según Paul Street, autor del libro “Barack Obama y el futuro de la política norteamericana”, personas como la presentadora y actriz Oprah Winfrey y el ex-secretario de estado Colin Powell son afro-americanos cuyas cifras de popularidad permiten a algunos estadounidenses blancos felicitarse a sí mismos por no ser racistas. Blake considera que estas consecuencias podrían multiplicarse si Obama consigue la presidencia, por lo que no se estaría avanzando hacia lo que muchos llaman una Norteamérica post-racial, sino todo lo contrario.

Saldar las deudas


Tal y como expresaba Mireia Sentís en un artículo publicado hoy en El País, algunos intelectuales negro-norteamericanos se preguntan con sarcasmo si no es cierto que han sido ellos siempre un tablón de salvación para Norteamérica. Se preguntan también si no se erigió este continente en primera potencia mundial gracias al algodón recogido por los esclavos africanos y si no fueron sus descendientes quienes mantuvieron en funcionamiento las fábricas del Norte (Detroit, Chicago…) cuando los obreros blancos partieron hacia la Segunda Guerra Mundial. Fueron ellos también los que, consecuentemente, sufrieron despidos masivos a su regreso, y ellos, han sido también los que han nutrido desde entonces las filas del ejército estadounidense.
Debe resultar muy significativo para todos ellos que en Estados Unidos, que se encuentran algo desprestigiados por las políticas de Bush y afectados por una crisis económica a nivel mundial que empieza a hacerlos descender en su posición de liderazgo, surja la posibilidad de que su presidente sea negro.

El candidato tendrá como objetivo principal e inmediato el de mejorar la mencionada situación de crisis y, a juzgar por los sondeos, los partidarios de que Obama está mejor preparado para esta tarea son cada vez más numerosos. La mayoría de los principales medios estadounidenses han declarado abiertamente su condición pro-Obama (Los Ángeles Times, a pesar de manifestar una tendencia claramente republicana, ha sumado su apoyo a la opción demócrata, visto el modus operandi de McCain en la campaña, del que se ha dicho en palabras textuales que "no es el mismo" y por lo tanto el senador por Illinois resulta ser "el candidato más adecuado a presidir la Casa Blanca"). También The Chicago Tribune y The Washington Post se han sumado a esta tendencia.

La cuestión es que sea Obama elegido presidente o no el próximo 4 de noviembre, nunca antes había llegado tan lejos alguien que no fuese anglo. Sin embargo, no olvidemos que hay todavía Estados de la Unión en los que se organizan protestas callejeras ante la posibilidad de ser liderados por alguien de origen no ario.

Es cierto que en la mayoría de campañas se da más importancia a las vidas privadas de los candidatos que al programa que presentan. Nadie sabe qué medidas se proponen en concreto para combatir la crisis, por qué política de regulación de inmigración se va a optar, ni qué propuestas se hacen en materia de educación por parte de ambos partidos. Pero lo que resulta sorprendente es que en el contexto actual, en el que me atrevería a afirmar que la decisión del presidente es más decisiva que nunca, entren en debate cuestiones como la racial. No quiero decir con esto que no sea importante que el futuro presidente de los Estados Unidos pueda ser negro. Es evidente que lo es. En palabras de Douglas Blackmon, autor de Slavery by another name, "más importante que los McCain tuvieran o no esclavos hace 150 años es lo mucho que han avanzado los afroamericanos en este país en ese tiempo". Si Obama es elegido este 4 de noviembre nos encontraremos ante la muestra más evidente de esta mejora.
Sentís cerraba su artículo como se detalla a continuación: “Esperemos que, si ese presidente no mejora la situación, no volvamos a la conocida práctica del blaming it on the nigger: echar la culpa al negrata”.