Sucede a veces que uno odia ser aclamado por miedo a decepcionar. Sucede que, en ocasiones, uno no quiere crear grandes expectativas –no quiere que los demás las depositen sobre él, a pesar de que él si las tenga- porque en caso que fallara, defraudaría a todo el mundo.
Esto, al menos desde mi punto de vista, lo hacemos todos, y además muy frecuentemente: Presentamos un estudio y decimos que no está demasiado bien, e incluso que es una mierda –unas veces lo pensamos, otras no-. Pero, qué narices, curémonos de espantos y digamos que no vale para nada. Así, si no nos da buen resultado es porque ya sabíamos que estaba mal. Ni demostramos a nadie nuestra frustración, ni fallamos a nadie, porque inicialmente hemos depositado una confianza cero tanto en nosotros como en nuestro trabajo. Y esto, repito, por lo que he podido deducir partiendo de mi circulo más cercano, lo hacemos todos, con variaciones en función de nuestro grado de autoestima. Pero ninguno de nosotros –o al menos del citado círculo- llegamos a presidentes de los Estados Unidos con esa actitud.
Obama es de los otros, de los que confían tanto en sí mismos –la confianza en uno mismo es la clave del éxito- que resultaría impensable que los demás no se contagiaran de su mismo espíritu del “Sí podemos”, del cambio y de la transición anhelada.
Pero tantas expectativas se han depositado en este hombre, que a mi me da que inevitablemente va a fallarles a todos. Ya de entrada, han caído ligeramente las perspectivas con la formación de su nuevo equipo. Ya de entrada, los abultados currículums del nuevo gabinete de seguridad nacional parecen estar lejos de la promesa de cambio en la que insistió el demócrata en su campaña para la Casa Blanca.
La BBC ya señalaba que la elección de Gates (como secretario de defensa), Clinton (como secreatria de estado) y Jones (como asesor de seguridad nacional) tranquilizaría a los "halcones" en política exterior, pero desilusionaría a los más fervientes seguidores del Presidente electo que esperaban un cambio más radical.
Y es que con la senadora Hillary Clinton y el actual secretario de Defensa Robert Gates encabezando la lista, los integrantes del equipo llaman la atención tanto por su experiencia como por sus posturas centristas, que en algunos casos podrían ser consideradas más cercanas al gobierno de George W. Bush que a las políticas del Presidente electo.
Llegado este punto, uno puede preguntarse cómo trabajará Obama con un equipo que en varias ocasiones ha respaldado la guerra en Irak, a la que él se ha opuesto fervientemente. Porque aunque ahora la rechaza, Clinton nunca ha querido retractarse de haber votado en el Senado a favor de la invasión de 2003, mientras que Gates ha llevado las riendas del aumento de tropas que se inició el año pasado. Además, el nuevo asesor de Seguridad Nacional, general en retiro James Jones, fue comandante de los marines entre 1999 y 2003 y fracasó en criticar públicamente lo mal planificada que estuvo la invasión, según señaló la revista Time.
No obstante, uno de los anuncios más importantes de ayer y que muestran la ambición de cambio fue la de incluir la designación de Susan Rice como embajadora ante Naciones Unidas en las nominaciones del gabinete de seguridad nacional. Con ese gesto, dice The Times, Obama le da en cierta forma rango ministerial al puesto, algo que no se había hecho desde el gobierno de Bill Clinton (1993-2001). De paso, responde a las inquietudes que había en su círculo más cercano sobre los nombramientos de figuras conocidas que habían trabajado con Bill Clinton, en lugar de quienes trabajaron tanto tiempo con Obama en la campaña.
Rice, amiga del Presidente electo, es la primera del círculo cercano en obtener un puesto tan alto en la nueva administración demócrata, y ha pasado el último año y medio trabajando con Obama sobre cómo descongelar las relaciones con los adversarios.
El nuevo equipo Obama incluye también la oficialización de Eric Holder como fiscal general y de Janet Napolitano como secretaria de Seguridad Interior.
Con este equipo Obama muestra que se deja guiar más por la experiencia y el pragmatismo que por las lealtades personales. Sin embargo, el Presidente electo aclaró ayer que aunque su gabinete está repleto de pesos pesados, no serán ellos los que definan las políticas de seguridad nacional: "Creo firmemente en las personalidades y en las opiniones fuertes... Pero la responsabilidad recae en mí", aseveró Obama, quien aseguró que al secretario de Defensa le tocará la difícil misión de terminar con la guerra en Irak "de manera responsable".
Obama sigue, a pesar de todo, alentando las expectativas: "Ha llegado el momento de un nuevo comienzo, de un nuevo amanecer para el liderazgo estadounidense, a fin de superar los desafíos del siglo XXI... Fortaleceremos la capacidad para derrotar a nuestros enemigos y dar apoyo a nuestros amigos. Renovaremos antiguas alianzas y forjaremos nuevas y perdurables asociaciones".
Esto, al menos desde mi punto de vista, lo hacemos todos, y además muy frecuentemente: Presentamos un estudio y decimos que no está demasiado bien, e incluso que es una mierda –unas veces lo pensamos, otras no-. Pero, qué narices, curémonos de espantos y digamos que no vale para nada. Así, si no nos da buen resultado es porque ya sabíamos que estaba mal. Ni demostramos a nadie nuestra frustración, ni fallamos a nadie, porque inicialmente hemos depositado una confianza cero tanto en nosotros como en nuestro trabajo. Y esto, repito, por lo que he podido deducir partiendo de mi circulo más cercano, lo hacemos todos, con variaciones en función de nuestro grado de autoestima. Pero ninguno de nosotros –o al menos del citado círculo- llegamos a presidentes de los Estados Unidos con esa actitud.
Obama es de los otros, de los que confían tanto en sí mismos –la confianza en uno mismo es la clave del éxito- que resultaría impensable que los demás no se contagiaran de su mismo espíritu del “Sí podemos”, del cambio y de la transición anhelada.
Pero tantas expectativas se han depositado en este hombre, que a mi me da que inevitablemente va a fallarles a todos. Ya de entrada, han caído ligeramente las perspectivas con la formación de su nuevo equipo. Ya de entrada, los abultados currículums del nuevo gabinete de seguridad nacional parecen estar lejos de la promesa de cambio en la que insistió el demócrata en su campaña para la Casa Blanca.
La BBC ya señalaba que la elección de Gates (como secretario de defensa), Clinton (como secreatria de estado) y Jones (como asesor de seguridad nacional) tranquilizaría a los "halcones" en política exterior, pero desilusionaría a los más fervientes seguidores del Presidente electo que esperaban un cambio más radical.
Y es que con la senadora Hillary Clinton y el actual secretario de Defensa Robert Gates encabezando la lista, los integrantes del equipo llaman la atención tanto por su experiencia como por sus posturas centristas, que en algunos casos podrían ser consideradas más cercanas al gobierno de George W. Bush que a las políticas del Presidente electo.
Llegado este punto, uno puede preguntarse cómo trabajará Obama con un equipo que en varias ocasiones ha respaldado la guerra en Irak, a la que él se ha opuesto fervientemente. Porque aunque ahora la rechaza, Clinton nunca ha querido retractarse de haber votado en el Senado a favor de la invasión de 2003, mientras que Gates ha llevado las riendas del aumento de tropas que se inició el año pasado. Además, el nuevo asesor de Seguridad Nacional, general en retiro James Jones, fue comandante de los marines entre 1999 y 2003 y fracasó en criticar públicamente lo mal planificada que estuvo la invasión, según señaló la revista Time.
No obstante, uno de los anuncios más importantes de ayer y que muestran la ambición de cambio fue la de incluir la designación de Susan Rice como embajadora ante Naciones Unidas en las nominaciones del gabinete de seguridad nacional. Con ese gesto, dice The Times, Obama le da en cierta forma rango ministerial al puesto, algo que no se había hecho desde el gobierno de Bill Clinton (1993-2001). De paso, responde a las inquietudes que había en su círculo más cercano sobre los nombramientos de figuras conocidas que habían trabajado con Bill Clinton, en lugar de quienes trabajaron tanto tiempo con Obama en la campaña.
Rice, amiga del Presidente electo, es la primera del círculo cercano en obtener un puesto tan alto en la nueva administración demócrata, y ha pasado el último año y medio trabajando con Obama sobre cómo descongelar las relaciones con los adversarios.
El nuevo equipo Obama incluye también la oficialización de Eric Holder como fiscal general y de Janet Napolitano como secretaria de Seguridad Interior.
Con este equipo Obama muestra que se deja guiar más por la experiencia y el pragmatismo que por las lealtades personales. Sin embargo, el Presidente electo aclaró ayer que aunque su gabinete está repleto de pesos pesados, no serán ellos los que definan las políticas de seguridad nacional: "Creo firmemente en las personalidades y en las opiniones fuertes... Pero la responsabilidad recae en mí", aseveró Obama, quien aseguró que al secretario de Defensa le tocará la difícil misión de terminar con la guerra en Irak "de manera responsable".
Obama sigue, a pesar de todo, alentando las expectativas: "Ha llegado el momento de un nuevo comienzo, de un nuevo amanecer para el liderazgo estadounidense, a fin de superar los desafíos del siglo XXI... Fortaleceremos la capacidad para derrotar a nuestros enemigos y dar apoyo a nuestros amigos. Renovaremos antiguas alianzas y forjaremos nuevas y perdurables asociaciones".
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